Gabriel J. Perea R. |Mar, 18/08/2020 – 05:07

Ahora comenzamos una nueva etapa, la del equilibrio mortal entre intentar salvar la economía agonizante y salvaguarda vidas.
En este inexplorado escenario no existen precedentes, ni protocolos, ni genios, ni soluciones milagrosas. Porque inclusive aquellos que se autoproclamaban enviados representando la voluntad de un ser superior han quedado disminuidos sin mayor poder que el reconfortar a las almas.
Hasta los países con más recursos que el nuestro están en un laberinto de avance y retroceso, ensayo y error. Ya lo han pronosticados algunos con los pies puestos sobre la tierra, no habrá amanecer fácil, será un largo, difícil y penoso recorrido. ¿Qué nos queda ante esta situación?
El apelar a la sensatez para que cada ciudadano se concientice que debe ser el guardián de sí mismo y de los demás, acatando con extrema seriedad las medidas de distanciamiento social e higiene, no queda de otra a pesar de aquellos que quieran ejercer el derecho a jugar con sus propias vidas y clamar porque se levanten todas las restricciones sin contemplaciones, para ellos los muertos no tienen ningún significado o tal vez fueron inventos de nuestra imaginación.
Tendremos que aprender como aquellos peregrinos que avanzan dando tres pasos para adelante y dos hacia atrás sumergidos en un mar de luces que luchan por no extinguirse en el filo de la noche, pero al final siempre los peregrinos llegan a su destino inexorablemente.