Pueden ser dueños de sus dólares


Por: Gabriel J. Perea R. @elistmopty


COLUMNISTAS 12:00 a.m. domingo 29 de mayo de 2016

Pueden ser dueños de sus dólares, mas no de nuestros pensamientos ni de nuestras palabras. No importa cuántas restricciones impongan, pueden hacer con sus dólares lo que les dé la gana, pero no con la libertad de expresión. No importa lo que pase, jamás nos callarán. No lo hicieron en el pasado ni lo harán jamás. La libertad de expresión no tiene precio.
Lo que está ocurriendo me recuerda aquel día como si fuera hoy, lo que en algún momento pensé ingenuamente que jamás sucedería en mi país, ocurrió. Ese día estábamos asustados escuchando el vuelo rasante de aviones que retumbaban, era un golpe infernal contra los tímpanos, estábamos solos, no había quien nos dijera qué hacer, por miedo o por instinto corrimos escaleras abajo, la mole de concreto nos protegería de la metralla, todo era oscuridad, sudor, miedo y rabia. Estábamos presenciando nuestra historia escribirse, tal vez sería con nuestra propia sangre.
A la mañana siguiente nadie se atrevía a salir, nadie quería asomarse en los balcones, solo había ese silencio que laceraba el espíritu. Entraron cuales fantasma enfrentando una ciudad sitiada, porque de la ciudad de las dieciséis calles solo se podía escapar por el estrecho corredor que estaba bloqueado. Era el amanecer de una invasión para capturar a un solo hombre y para hacerlo sometieron a todo un pueblo. Aplastaron a mi país, dicen ellos que por una causa justa. ¿Acaso no eran la nación más poderosa del planeta?, ¿por qué matar inocentes? El objetivo no solo era capturar al dictador, sino someter a quien los desafiaban para que nadie más se atreviera.
Los tiempos han cambiado y las guerras tienen otras justificaciones, pero el objetivo final es el mismo, doblegar. Ya no usan bombas, ahora son acciones de agencias extranjeras que no tienen ninguna jurisdicción en nuestro país, pero que, al igual que en el pasado, actúan para lograr sus fines sin importar las consecuencias, sin juicio, sin condena, aunque en ese accionar se lleven por delante al medio que ha documentado parte de nuestra historia. La Estrella de Panamá es la voz del pueblo, no la podemos perder. Perder La Estrella de Panamá representaría perder nuestra libertad de expresión.
Que no se repita la historia, aplastar a inocentes para doblegar a quienes ellos consideran sus enemigos. Porque inocentes son los miles de trabajadores afectados y que esperan ser sacrificados junto con el medio más antiguo del país. El fin, que solo tiene como objetivo la destrucción financiera de una familia, no justifica los miles de panameños que serán afectados por esas acciones.
Ellos no están solos como aquella noche cuando solo esperamos el sonido de las ametralladoras. Ahora no callaremos y esgrimiremos nuestras armas, las palabras, que no nos callen jamás. Que La Estrella de Panamá no sea silenciada.
Defendamos nuestra libertad de expresión.

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