Por: Gabriel J. Perea R. @elistmopty
/ Opinión
PLANO MULTIDIMENSIONAL
Érase una vez que existía una especie privilegiada de seres humanos. Eran aquellos que dominaban un extraño mundo de cosas incomprensibles. Estos seres realizaban sus esotéricos quehaceres en cuartos vedados al público. Se vestían con batas blancas, cuales doctores. Su lenguaje era inescrutable, todo un mundo fantástico del que solo ellos eran amos y señores. Quien se atreviera a desafiarlos se enfrentaba ante la posible catástrofe de que sus sistemas dejasen de funcionar, teniendo que recurrir a costosísimos procedimientos para subsanar la situación. Era la edad media de la tecnología.
En aquella era de oscuridad tecnológica, el desarrollo de nuevos sistemas, programas o plataformas conllevaba meses y, tal vez, años. Un ciclo rígido de etapas que no podía ser transgredidas y que comprendía pruebas, prototipos, versiones y más versiones, y documentaciones gigantescas. Eran procesos monumentales ante los que nadie protestaba, porque así era el mundo de entonces.
Sin embargo, algo ocurrió y, en un proceso de inventiva inigualable en la historia humana, nos despertamos saturados de todo tipo de herramientas computacionales, tales como smartphones, computadoras portátiles, tablets, relojes inteligentes y toda una larga lista de inventos extraordinarios.
La edad media de la tecnología se esfumó. Lo que antes era un mundo vedado ahora es un plano multidimensional incontrolable de desarrollo. Lo que antes a un profesional de la tecnología le llevaba años de aprendizaje y más años para poder producir con sus conocimientos, hoy lo alcanza cualquier ávido empírico que sea decidido, llámese jóvenes que nacen con los controles de videoconsola en las manos y se aventuran a explotar sus mentes en intricados desafíos de videojuegos, antes de razonar por qué están aquí.
¿Y qué decir de los grandes desarrollos para lograr un producto terminado? Eso es cosa del pasado, solo basta ingresar en un buscador en la web para comprobar que existen o están en etapa de desarrollo cientos de productos que compiten entre sí para satisfacer una necesidad, empresarial, logística o lo que pueda imaginarse.
El desafío tecnológico es casi insuperable. Los desarrollos deben ser veloces, dícese que más de un año es algo casi impensable, se habla de meses u hasta semanas. El producto terminado ya no puede estar amarrado a una computadora en un escritorio. Eso es impensable, debe ser capaz de funcionar en cualquier tipo de dispositivo, de plataforma o sistema operativo. Su adopción debe ser tan sencilla para que el propio usuario lo instale, configure y utilice. Y las actualizaciones deben ser imperceptibles.
La documentación a nadie le interesa solo al que desarrolló el producto, ya nadie pide un manual de usuario, eso es cosa del pasado. Ante este escenario de “fórmula uno tecnológico”, el desafío es correr a la misma velocidad o solo ser recordado como un alquimista tecnológico de la era pasada.