Quienes pretenden gobernar al mundo siempre se han enfrentado, desde la antigüedad hasta el sol de hoy. Las estratagemas para ganar las guerras han sido estrategias que han hecho caer imperios. El caballo de Troya es uno de las más conocidas estratagema y a pesar de que se conoce su historia sigue siendo tan válido hoy como hace miles de años.
La guerra de Troya ya tenía más de diez años cuando Aquiles, el campeón de los griegos, cae herido en batalla. Esto causa desasosiego en los griegos que se encuentran lejos de su tierra enfrentados con los troyanos.
Los griegos necesitaban una estrategia para vencerlos. En aquel momento Odiseo observa una paloma perseguida por un halcón. La paloma se refugia en una grieta y el halcón vuela en círculos. El halcón finge retirarse y se esconde fuera de la mirada de la paloma, que asoma la cabeza para cerciorarse de que el cazador desistió. Después de largo rato, confiada emprende el regreso al nido. El halcón sale del escondite y la atrapa. Odiseo idealiza la estratagema del caballo de Troya.
Bajo las instrucciones de Odiseo, Epeo el feocio, el mejor carpintero del campamento griego, construye el caballo para obsequiarlo a los troyanos. Los troyanos, creyentes en los dioses, cayeron en el engaño. Lo aceptaron para ofrendarlo a los dioses, ignorando que era una estratagema de los griegos para traspasar sus murallas. Dentro del caballo se escondía un selecto grupo de soldados. El caballo era de tal tamaño que los troyanos tuvieron que derribar parte de los muros de su ciudad. Una vez introducido el caballo en Troya, los soldados ocultos en él abrieron las puertas de la ciudad, tras lo cual la fuerza invasora entró y la destruyó.
Esto ocurrió en la antigua Troya. Hoy parece una historia cuasi infantil por la que nadie se dejaría engañar. Sin embargo, aún persisten mentes poco ingeniosas que pretender utilizar este tipo de estratagemas para lograr objetivos políticos en pleno siglo XXI. Si una ministra del gobierno del cambio hubiese ganado la presidencia del colectivo político más grande del país hubiese sido la repetición del mito del caballo de Troya ante nuestros incrédulos sentidos.
Afortunadamente, para la salud

La sed de poder de los griegos los enloquece y les hace desear el mundo. Volverán a intentarlo, talvez con una legión de antiguos briosos caballos que se desquiciaron cuando aceptaron que no eran caballos, sino burros de Troya.