Lo cotidiano nos absorbe. Los problemas nos abruman. Malas noticias por doquier. Los políticos están vueltos locos pegando mentiras a diestra y siniestra. El crimen organizado esta penetrando las raíces de nuestra sociedad como un cáncer incurable. La delincuencia esta desenfrenada y los jóvenes cuales hojas que el viento de moda arrastra de un lado para otro sin tener discernimiento propio. Pareciera que en nuestra atribulada y convulsa ciudad capital no hay donde escapar para encontrar un poco de tranquilidad.
Sin embargo en los extremos de nuestra jungla diaria, a pocos kilómetros dos colosos de acero y concreto desafían a que nos atrevamos a cambiar nuestra rutina diaria. Es el último tramo en esta montaña rusa antes de comenzar a descender en un placentero viaje cruzando el puente de las América o el Puente Centenario, usted escoja por donde quiere comenzar su aventura.
Cruzar el puente es descubrir que existe vida más allá de nuestras fronteras metropolitanas. Una vida rica en tradiciones, en lugares espectaculares que desafían los rincones más hermosos del planeta. Donde abundan las playas para contemplar los atardeceres. Acogedores pueblos donde la gente sonríe, donde la hospitalidad se siente como en familia. Lugares donde se puede disfrutar de un refrescante vaso de guarapo, una suculenta tortilla de maíz con un buen trozo de carne frita, el aroma a pan recién horneado despierta nuestros sentidos anestesiados con la contaminación de la ciudad.
Nada como el pasar una tarde balanceándose en una hamaca mientras las hojas de los árboles son acariciadas por la brisa. Tener el privilegio de escuchar el vibrante acento de los lugareños rejuvenece el espíritu. Recorrer los senderos empedrados, la quebrada, el olor a hierva, el te de limón, la cocada, el manjar, un buen sancocho.
¡Jo, me vibra el alma! Yo también soy de esta tierra, de allá onde uno. Donde se ven jinetes con sombrero a la pedrá cabalgando al borde del camino como si el tiempo nunca hubiese pasado. Donde la gente se reúne como una sola familia y cantan y bailan al son del tamborito con orgullo de sus raíces. Donde florece y abunda la belleza evidenciada en el encantador porte de sus mujeres.
Eso y mucho mas hay después del puente, crucemos, es nuestra tierra.