Por: Gabriel J. Perea R. @elistmopty
El ciudadano común, al cual todos nos referimos y que nadie parece realmente importarle su opinión, pero que es habitualmente representado por autonombrados defensores de sus intereses, está siendo asfixiado sin su consentimiento por una polvareda ocasionada por la temporada de espectáculos circenses levantados en nuestros patios.
El ciudadano común, al cual todos nos referimos y que nadie parece realmente importarle su opinión, pero que es habitualmente representado por autonombrados defensores de sus intereses, está siendo asfixiado sin su consentimiento por una polvareda ocasionada por la temporada de espectáculos circenses levantados en nuestros patios.
Los dueños de circos intentan, a fuerza de propagandas ridículas e ilusorias, atraernos a sus truculentas toldas para distraernos de los asuntos importantes.
Quien ha visto un circo, ha visto todos; son los mismos huesos viejos con disfraces nuevos y, en ocasiones, con disfraces remendados. Los esfuerzos para atraernos al circo tal vez sirvan para distracción momentánea, pero de qué puede servir en la vida práctica ver a un payaso brincar y rebotar como bola. Nos reiremos un poco y nada más, a parte de ver al payaso hacer gala de su arsenal de payasadas, algunas sin ningún mérito de entretenimiento.
Al retornar a la vida cotidiana, esa que sólo conocen los desconocidos ciudadanos comunes, las cosas más importantes a las cuales debemos prestarles atención, permanecen inamovibles. Las cuentas de servicios de energía eléctrica, agua y teléfono, la canasta de subsistencia, porque ya no es básica, la escuela de los niños, el transporte, las medicinas y el alquiler, son los verdaderos asuntos que nos ocupan y a los que debemos encontrar como solucionar.
La solución a estos asuntos es cosa de sobrevivencia diaria, de ingenio humano y de ejercitar habilidades en los malabarismos económicos con los pocos recursos que se poseen. Concentrados en esto no hay paciencia, ni estómago que aguante el dedicar preciado tiempo para seguir escuchando a la vieja de las cartas, con sus cuentos de gatos, porque el burro aceptó ser un burro, la cantaleta que alguien se hizo millonario, pero no me dicen cómo puedo hacerme rico; o lo que puede ser peor, intentar insinuar que todos estamos locos y hay que aceptar que ser loco es un estado normal.
<!–
[QUOTE]
notas relacionadas
[pequeño titulo]

Destaque Jos� Corpas (c), se ha destacado en el Gast�n. (Foto: Miguel Cavalli / EPASA)
Destaque Jos� Corpas (c), se ha destacado en el Gast�n. (Foto: Miguel Cavalli / EPASA)
[contenido]
–>Como espectáculo de circo esta bueno, pero hasta ahí. Afuera del circo esta la vida real.