Ingenuidad de pobres, fortuna de ricos


Por: Gabriel J. Perea R. @elistmopty

Publicado en el Panamá América

El actual sistema de producción capitalista necesita que la gente consuma de manera continua y sin muchas consideraciones. Para lograr esto, los capitalistas estimulan artificialmente las necesidades para incentivar el deseo de comprar. Es un círculo interminable donde las reales necesidades humanas no tienen nada que ver con el deseo insaciable de algunos de hacerse más y más ricos.

Para que el sistema de producción capitalista continué, se necesita no sólo satisfacer las necesidades, sino crear nuevas para satisfacer sus propias ofertas de bienes y servicios que algunos no son necesarios. Los capitalistas apuntan a la mente del consumidor tratando de transformar cómo piensan, implantando estereotipos que necesiten los productos por ellos fabricados. De esta forma se ha creado una imagen distorsionada de lo que es un nivel de vida aceptable.

Cuando el consumidor retrotrae sus hábitos de consumo, comienza el contraataque capitalista, sembrando el pánico con presagios del derrumbe de la economía, despidos masivos, desempleo, cuando en realidad el factor afectado es el jugoso margen de ganancias de las empresas que prefieren sacrificar cualquier elemento de la cadena de producción antes de tocar los dividendos de los accionistas o las bonificaciones de los altos ejecutivos.

Es paradójico pensar que la salud del sistema está fundamentado en el alto consumo. Lo que se traduce en que los niveles adquisitivos de las clases medias y bajas tengan acceso a crédito rápido y barato para que este dinero pase rápidamente a las ganancias de las empresas.

Las exorbitantes ganancias anunciadas como exitosos ciclos de operaciones de algunas empresas, sólo enriquecen a unos pocos, el resto de los consumidores no ve en forma absoluta incrementar su patrimonio, mas sí sus deudas.

Si el consumidor ejerciese un poco mas de racionalidad en sus compras no sólo cambiaria el panorama mundial de la economía, sino que forzaría que se invirtiera en otros problemas sociales que ahora no son prioritarios porque no producen márgenes de ganancias atractivas.

La fortuna de los ricos se fundamenta en la ingenuidad de los pobres que adquieren bienes y servicios que no contribuyen en nada al mejoramiento de su nivel de vida.

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