Por: Gabriel J. Perea R. @elistmopty
La crisis financiera internacional se llevó por el retrete las predicciones de algunos sesudos especialistas que predecían que para el final de año, el barril del petróleo estaría rondando los doscientos dólares. Aparentemente era pura especulación para seguir inflando los precios y continuar desbordando las exorbitadas ganancias de las compañías petroleras. Ahora tenemos nuevas predicciones de caer a los 55 dólares el barril, aunque pudiese recuperarse y nuevamente nivelarse entre 75 u 80 dólares.
Con estos impredecibles sucesos esperamos que nuestras apaleadas esperanzas en la inapelable justicia divina no sean defraudadas ya que siempre esta se acuerda de sus deudores y ojala les permita a estos especuladores un placentero viaje en la corriente circular que se llevó a los gurús de Wall Street.
Por otro lado la caída de los precios del petróleo, o no es conocida o es intencionalmente ignorada por los comerciantes. En su momento, no dudaron en aplicar todo tipo de aumentos a los productos argumentando los altos costos del petróleo. Todo aumento de un día para otro, sin la menor misericordia para aquellos que no podían aplicar igual aumento en sus salarios por las mismas razones.
Esos aumentos fueron aplicados en los productos de primera necesidad, afectando el poder adquisitivo de los consumidores y obligándolos a pagar precios muchos más altos o comprar menos comida. Con los precios existentes una visita al supermercado representa una prueba de resistencia contra la desesperación, es una prueba de carácter, es un ensaño de actuación gratuito para fingir felicidad ante la adversidad. Y sobre todo es la más clara representación de la brecha entre ricos y pobres.
Los pobres intentan a toda costa sobrevivir con sus diminutos sueldos, conocidos públicamente por todos como salarios mínimo, mientras que las grandes cadenas gozan de obesidad producto de sus márgenes de ganancia, jamás conocidas y que seguirán ahora aumentando gracias a la disminución de los precios del petróleo y sus derivados pero que por ningún motivo será trasladada al consumidor. Ellos seguirán manteniendo sus márgenes de ganancia, su estatus de vida, como si nada hubiera ocurrido.