Por: Gabriel J. Perea R. @elistmopty
En medio de la crisis financiera internacional, con la posibilidad real de entrar en una recesión mundial, EEUU se encuentra inmerso en una feroz batalla por la Presidencia entre los Demócratas y los Republicanos. Y pese a que las causas de la crisis tienen raíces en su territorio, la campaña republicana ha centrado su esfuerzos en desprestigiar a su contrincante demócrata, ignorando lo que más le interesa al electorado norteamericano, su bienestar económico.
En medio de la crisis financiera internacional, con la posibilidad real de entrar en una recesión mundial, EEUU se encuentra inmerso en una feroz batalla por la Presidencia entre los Demócratas y los Republicanos. Y pese a que las causas de la crisis tienen raíces en su territorio, la campaña republicana ha centrado su esfuerzos en desprestigiar a su contrincante demócrata, ignorando lo que más le interesa al electorado norteamericano, su bienestar económico.
Los republicanos se han valido de todo, desde la mentira descarada hasta la tergiversación de la verdad. Por ejemplo, es ridículo el anuncio que intentan relacionar a Barack Obama con un elemento radical de la década del 60, al cual se vinculó con atentados contra el Capitolio y El Pentágono, cuando en realidad para ese tiempo Obama sólo tenía ocho años. De plano es un argumento absurdo.
Pareciera que este tipo de campañas está destinada a un público tan incauto, que necesita incluir en sus series de comedia las risas, para que le indiquen al televidente cuándo debe reírse. En el país que se adjudica la prerrogativa de conducir los destinos del mundo esperaríamos una campaña centrada en explicar al electorado cómo solucionar los problemas que aquejan a las grandes mayorías y no un espectáculo de guerra psicología para niños de guardería.
El último debate televisado fue patético. Una sesión de mentiras mal construidas, ataques virulentos y desesperación contra una obvia actitud defensiva con desmentidos reiterados.
Pero si allá actúan de esta manera, en el patio no es para menos. En la carnavalesca campaña presidencial panameña se está utilizando el mismo guión exportado, destinado única y exclusivamente al desprestigio de los contrincantes con la variante de que en este caso, aquí no hay candidato que no tenga cola de paja. Unos dicen que son independientes y que los otros son los mismos políticos de antaño, pero participaron de los gobiernos que cuestionan, ¡Por favor, si eso todo el mundo lo sabe! Otros dicen que son caras nuevas, pero salieron de los partidos señalados por corrupción y guardan un silencio cómplice ante estos hechos.
Otros desempolvan la bandera de la lucha contra la dictadura de hace 20 años. Cada cinco años lo mismo, parece que no tienen otra propuesta. Otros intentan vincular a una candidata con el innombrable Hugo Chávez, lanzando acusaciones que no pueden probar. Intentan ilustrar a la ciudadanía con el oscuro y pecaminoso pasado, cuando es de conocimiento público y ningún elemento propagandístico aporta algo nuevo.
Otros desempolvan la bandera de la lucha contra la dictadura de hace 20 años. Cada cinco años lo mismo, parece que no tienen otra propuesta. Otros intentan vincular a una candidata con el innombrable Hugo Chávez, lanzando acusaciones que no pueden probar. Intentan ilustrar a la ciudadanía con el oscuro y pecaminoso pasado, cuando es de conocimiento público y ningún elemento propagandístico aporta algo nuevo.
Al igual que en los Estados Unidos este tipo de campaña sólo muestra el color debajo de la piel. Parecen ignorar que todos sus argumentos están gastados y sólo logran engañar a unos pocos incautos. ¿Será que ya no tienen argumentos que nos interesen?