Algo bueno esta pasando


Por: Gabriel J. Perea R. @elistmopty


Semana tras semana, observamos y escuchamos noticias que no son agradables, provenientes, principalmente, del sector político. Pareciera que no estamos en buen camino, a pesar de toda la alharaca acerca del crecimiento económico que no parece alcanzar a los más necesitados.

Para el ciudadano común la situación no parece cambiar, sigue confrontando los mismos problemas de transporte, inseguridad, vivienda y trabajo. El día a día para él es igual, a pesar de las promesas de los políticos que nunca parecen cumplirse. A todo esto estamos en el inicio de una nueva medición de fuerzas para alcanzar la silla presidencial que consumirá valiosos recursos que pudieran ser utilizados para solucionar muchos problemas; sin embargo, a pesar del panorama desalentador, algo bueno está pasando.

Ese algo ocurre con nuestra juventud, que está sacando la cara por una nueva generación que ha tomado las riendas del éxito por sus propias manos.

El primer ejemplo que podemos mencionar indiscutiblemente es Irving Saladino, medallista olímpico por derecho propio. El nadador César Barría cruzó el Canal de la Mancha siendo discapacitado. Margarita Henríquez está dando la cara en Latin American Idol con la posibilidad de ganarlo. Los boxeadores Ricardo «el Maestrito» Córdoba, Anselmo «Chemito» Moreno y Celestino «Pelenchín» Caballero son campeones mundiales. Sumemos a estos grandes a la cantidad de jóvenes no famosos que estudian y trabajan al mismo tiempo para superarse utilizando sus propios recursos y el apoyo familiar.

Todos tienen un común denominador. Son jóvenes decididos a conquistar el triunfo sin doblegarse ante los obstáculos. Ellos han demostrado que se puede hacer caso omiso a las tentaciones que asechan a nuestra juventud, como las drogas y el alcohol. No han escatimado esfuerzos para prepararse ante la indiferencia de los políticos de turno.

Si esa es una señal del ímpetu que trae las nuevas generaciones, podemos estar confiados que el futuro será mejor y los tiempos en que los políticos administraban inescrupulosamente los recursos del Estado sin rendir cuentas están pronto a terminar, sobrepasados por una juventud que ya no se come el cuento y que reclamará, en su momento, el espacio que ellos han usurpado.

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