Publicado en la Estrella de Panamá
Cuando cualquier profesional se presenta a solicitar una plaza de trabajo, mínimo se le exige un certificado de buena salud y que jure y perjure que no esta enfermo, no estuvo enfermo y nunca estará enfermo y de incurrir en alguna enfermedad malintencionada, que se atenga a las consecuencias.
Si esto es así, por lo menos los que se presentan ante la llamada opinión pública para optar por una plaza de trabaja renumerada con nuestros impuestos deberían gozar de buena salud, y con mas razón a sabiendas de que serán sometidos al incandescente escrutinio de nuestra impaciencia ciudadana. Y no estamos hablando de ningún tipo de discriminación es simplemente honestidad, si saben que no están en condiciones de aguantar el trote que no nos engañen, basta ya del juega vivo.
Imaginemos que alguno padezca una enfermedad mental, psiquiatrita o nerviosa, tendríamos al Doctor Jekyll como funcionario, nada de eso, seamos serios, el país tiene excelentes profesionales y políticos que pueden ser mejores opciones que apuestas de marcapaso.
Los destinos de la nación no pueden estar en manos de quienes estén preocupados por su estado de salud y mucho menos someter a los ciudadanos a la incertidumbre de cambios abruptos. No nos atrevemos a pensar que pueda ser una estrategia deliberada para alojar a otro individuo en el poder producto de una condición de salud conocida.
Cierto o no, esta posibilidad ya se hizo publica y ahora desconfiaremos de todo aquel que no este dispuesto a someter su estado de salud al conocimiento de la opinión pública. No solo deben parecer gozar de buena salud, sino poseerla también.