El motor que impulsa el desarrollo de un país radica en su riqueza humana. Un país rico en recursos humanos tiene el camino libre para alcanzar el desarrollo, doblegar la pobreza y mantener al margen las fuerzas que constantemente intentan sembrar el caos, la anarquía y quebrantar la convivencia pacífica entre los ciudadanos.
Esa riqueza humana se logra mediante la incesante acción de educar a la población en todos los niveles. La educación continua, moderna y adaptada a los cambios socioeconómicos mundiales debe impartirse como religión desde las aulas preescolares hasta los post grados universitarios. Debe ser una educación que impulse al individuo hacia su desarrollo integro; una educación que cultive el acto de pensar, razonar, investigar y desarrollar.
La educación que promueve la memorización invariable de hechos que no logran alcanzar el catalizador de la motivación intelectual está destinada al fracaso. Añadir tecnología en el proceso de enseñanza tradicional sólo genera analfabetas tecnológicos.
Estamos desarrollando individuos que, como especies de laboratorio, son una incógnita en el proceso evolutivo. Individuos capaces de adaptarse y manipular cualquier medio tecnológico, llámese celular, computadora, MP3; y con la capacidad de intercambiar información entre estos dispositivos sin ninguna capacitación formal. Sin embargo, estos mismos individuos no poseen la capacidad de realizar el análisis abstracto de un problema; incapaces de poder investigar sin el uso de Wikipedia. Individuos con serias deficiencias en lectura, escritura y análisis.
Nuestra educación ha fracasado al no poder crear individuos que puedan valerse por sí mismos. Sólo estamos arrojando al mercado laboral año tras año, analfabetas listos para tiendas de comida rápida, y cualquier otra labor que no requería de una amplia utilización de facultades intelectuales.
Mientras esta situación no comience a revertirse, seguiremos siendo una «Banana Republic» más. Mientras, sigamos con escándalos de fibra de vidrio, escuelas ranchos, 80 bachilleratos tipo cajita feliz, universidades de autoservicio pague y lleve; profesores y maestros fosilizados que llevan 20 años enseñando lo mismo de la misma forma, nuestro destino como nación es obvio.
Un golpe de timón puede cambiar el rumbo, sólo nos falta el timonel que pueda hacerlo manteniendo el rumbo con firmeza. Para lograr esto tendríamos que divorciar al ministro de Educación de la política y que sea escogido entre los mejores catedráticos del país. ¿Seríamos capaces de un paso tan transcendental?