Por: Gabriel J. Perea R. @elistmopty
Publicado en el Panamá América
Todo ser humano anhela poseer una vivienda digna y de su propiedad, ya sea una casa o apartamento. Estos últimos están brotando en nuestra ciudad cual sembradío de maíz, pero a diferencia de un cultivo bien llevado, estos maizales no resultan ser lo que sus promotores prometieron y después no hay reclamos. Cuidado con la letra chiquita.
Sí señores, estamos en el momento del apogeo de la construcción de propiedades horizontales y más de un promotor se lanza a construir inmuebles que, al final, distan mucho de lo que inicialmente se promocionó. Sin la más mínima posibilidad de reclamo contra garantía alguna, surgen en estas moles de concreto, paredes agrietadas, daños estructurales, fugas de gas, pinturas exteriores que no aguantaron ni cinco años, estructuras oxidadas que no fueron debidamente protegidas, bombas de agua que no aguantan el uso, puertas cocheras defectuosas y toda suerte de defectos o descuido en su construcción.
Ante eso, ¿qué se puede hacer? Demandar para luego descubrir que nada o poco se puede hacer por no estar cubierto en una garantía y que en Panamá este tipo de litigio prácticamente queda impune, sin añadir que, inclusive, las edificios son entregados sin terminar con ausencia de lámparas en sitios comunes, luces de emergencias o puertas defectuosas con la excusas de su posterior reparación que nunca se realiza.
El Ministerio de la Vivienda, como entidad rectora, promotora y facilitadora de la planificación y del desarrollo urbanísticos debería, por lo menos, velar por que se cumplan ciertos requisitos contractuales entre las promotoras y los compradores, y no dejar a la libre una relación comercial donde la parte más débil es aquella que no posee los millones para sostener una demanda por años, para que, finalmente, muera por desidia en nuestras cortes.
Cada edificio que se construye en nuestra ciudad debería ser un orgullo y no presentar la posibilidad de convertirnos en los próximos diez años en una ciudad de rascacielos descascarados, sucios y agrietados. Entonces seremos el gueto más moderno de Latinoamérica, en lo que a edificios se refiere.
Por eso hay que tener mucho cuidado al comprar una propiedad horizontal, y no dejarse llevar por las promociones de aquellos que adhieren alguna preposición al término casa; hay que asesorarse y exigir por escrito garantías. Cuidemos que nuestra inversión no se convierta en «payaso de la bahía», pero tangible.