Por: Gabriel J. Perea R. @elistmopty
Publicado en el Panamá América
La historia no es como se escribe, sino cómo se recuerda. Recuerdo la historia entre imágenes borrosas de jóvenes sudorosos, nubes de gases, soldados y gentes en medio de una desigual batalla callejera, perdidos en el tiempo y el t

orbellino de los recuerdos. Y en medio de todo ello, recuerdo, mi bandera, el pabellón tricolor.
Fueron imágenes que se repitieron por muchos años, hasta que se grabaron en mi memoria. Fue la lucha generacional de algunos tristes ilusos que lucharon por ideales que nunca serían honrados, porque la ambición de pocos pasaría por encima de la sangre que derramaron los que lucharon por devolvernos nuestra mayor riqueza, nuestra tierra.
Cuando creíamos que habíamos madurado lo suficiente para enfrentarnos a nuestro destino, despertamos ante la triste realidad de que lo único que hicimos con nuestro legado es venderlo al mejor postor. Las naciones protegen su patrimonio; en cambio nosotros, los panameños, lo subastamos.
De un plumazo los «padres de la patria» promulgan una ley para eliminar la reserva natural de nuestra identidad como nación, las áreas revertidas, mediante la ley 29 de 2008. Ley que cambia los usos de suelo para permitir desarrollo urbanísticos contrarios a la preservación de las áreas. Y como si no fuera poco, insultan nuestra inteligencia decretando la ley retroactiva y de carácter social.
¿Cómo puede ser de carácter social la construcción de edificios de 40 pisos con valores de hasta un millón de dólares? ¿Será que estos majestuosos edificios serán habitados por parientes de nuestros mártires? ¿Será que esos apartamentos serán subastados entre los residentes de los barrios humildes de El Chorrillo, Calidonia o Curundú? No nos engañemos.
Pronto veremos surgir una ciudadela de rascacielos en las propias márgenes del Canal, limitada por cercas de alambre, guardias de seguridad privados e imposibles de penetrar, a menos que se muestre el pasaporte que identifique como privilegiado habitante de la nueva y exclusiva ciudad de Panamá donde los panameños no podrán entrar.
Hemos sido engañados como aquellos que creyeron en el sueño de la Ciudad Jardín, quienes ahora emprenden la segunda batalla por nuestra soberanía para impedir que nuestra bandera se arríe en esta ocasión.