Por: Gabriel J. Perea R. @elistmopty
En Panamá todavía existen políticos que creen que la era de los ungidos no ha terminado. Remontándonos al pasado, era la época cuando los caudillos arrastraban a las masas con su personalidad y designaban con el dedo divino a sus sucesores. Este ritual con amplia cobertura y toques melodramáticos convertía al ungido en el candidato imbatible.
En aquella época bastaban los discursos que dejaran embobados a los electores, por su gran elocuencia, sus toques patrióticos y sobre todo intentando tocar las fibras emocionales que lograran que el electorado se volcara en una elección sin posibilidades para el contrincante.
Ahora estamos en tiempos totalmente diferentes, tiempos en que al electorado no le interesa en absoluto que un político reciba el designio de nadie y mucho menos cuando ese apoyo viene de figuras que han sido cuestionadas por sus acciones y aunque no se puedan probar muchas acusaciones, la percepción fue de corrupción durante el periodo de gobierno que estos políticos ocuparon.
El resultado de ser el ungido por una facción de un colectivo político es favorecedor para el electorado puesto que nos permite observar quienes son los que están detrás de un precandidato presidencial nacido de las entidades bancarias y de quienes se rodea. Son figuras que fueron cuestionadas por sus actos, con una alta percepción de corrupción, con actuaciones bochornosas que quedaron en la historia que no pueden ser olvidadas y por figuras que tras fracasar en anteriores campañas y siendo prácticamente expulsados de sus partidos, hoy le dan el abrazo que los contagiara del rechazo ciudadano.
Sumado a esto podemos recordar que en pasado ensayo el candidato bancario se batió a muerte con quien hoy le brinda su apoyo y cuando sintió que las acciones no tenían probabilidades de subir abandono el barco aduciendo falta de garantías para ganar, como si las aspiraciones ciudadanas fueran un negocio mas.
Un candidato menos que considerar.