Publicado en el Panamá América
Las instituciones, en su más puro concepto, deben trascender las intenciones de los que la dirigen temporalmente. Lo que debe prevalecer en ellas es la permanencia de un propósito común a la sociedad tratándose de instituciones al servicio público.
El cumplimiento de esas normas, conceptos y proceder éticos, deben ser las evidencias de una dirección institucional exitosa. Cuando estas normas y reglamentos comienzan a desviarse, puede ser evidencia de un agotamiento institucional.
Tratándose de instituciones de seguridad pública como la Policía Nacional, el agotamiento institucional puede ocasionar una vorágine que trastoca la paz social, afecte la economía y derribe la confianza de los ciudadanos en su gobierno.
El agotamiento institucional puede ser ocasionado por múltiples causas: Frustración de sus miembros al no entender cuál es su rol en la sociedad.
Incapacidad para responder ante la creciente delincuencia. Formación de miembros con el perfil inadecuado o que han sido mal seleccionados.
Permanencia demasiado tiempo de la dirección en el cargo, tomando en consideración que la dirección de estas instituciones está sometida a la presión de la opinión pública, del mandato encomendado y de la delincuencia, incluyendo que el crimen organizado puede ser una amenaza al separarse del cargo.
Cada una de esas posibles causas de agotamiento debe ser atendidas por la dirección o por sus superiores; pero cuando el agotamiento sigue manifestándose en reiterados quebrantos a los reglamentos, normas y a la ética que debe regir la institución, y no se evidencian señales de mejoramiento, deben tomarse la decisión de relevar la dirección.
Una institución de seguridad pública debe salvaguardar la vida de los ciudadanos, garantizar la convivencia pacífica y ser el garante de las libertades colectivas e individuales.
Esos conceptos están por encima de cualquier consideración a la permanencia de un director frente a una institución.