De encuestas, gallinazos e ilusiones.


Por: Gabriel J. Perea R. @elistmopty


Pagina del Lector. La Prensa

Últimamente ya no compro los periódicos. Me causan indigestión por la repetición del mismo menú noticioso y lo peor aún, algunos platos están muy mal cocidos, crudos, salados o simplemente no son apetitosos y con solo verlos se quita el hambre de leerlos. Sin embargo, pasó algo singular esta semana, al pasar por un puesto de periódicos un rápido vistazo a la primera plana me tentó a ir más allá del titular. Repunta el «Sí» para el referendo del Canal según decía el periódico. La halagadora noticia era producto de una encuestadora que ha metido sus chambonadas equivocándose estrepitosamente en más de un par de ocasiones.

A mis espaldas un ilustre personaje de las calles citadinas arrojó un comentario sin más introducción: — ¡Jo! ¿Qué se están fumando, si nunca pegan una? Ese comentario me hizo recapacitar. Realmente ¿qué está pasando, parece que todo el mundo está solo pendiente del Canal. Antes nadie ni se acordaba del asunto. Parece que todos pueden predecir cómo saldrán las cosas. Parece que todo mundo tiene el derecho a decirnos cómo votar. Y algunos hasta con el atrevimiento de pronunciarse en nombre de los demás.

Decía nuestro citadino —Bellacos, como si fuéramos ganado. Y creo que tiene razón. Las noticias solo hablan de que si se reunieron para decidir la posición del partido; que si se inscribe un grupito por aquí, un grupito por allá; que sumaditos no dan ni 99 —bueno— casi 100. Que el «sí» está volando, que el «No» se está esfumando, que si los indecisos se fueron para la playa. Y toditos los grupos con la ilusión de tener la verdad absoluta. Extrañamente un gallinazo nos observaba muy tranquilo parado al borde de un techo.

A nadie le gustó la presencia del ave carroñera, mal presagio. ¿Pero para quién? Serán los del «Sí» que están soñando con sus propias ilusiones. Serán los del «No» que no ven la compuerta que tienen enfrente. Si no tuviéramos la peculiar característica genética del juega vivo, podríamos creerle a uno u otro bando. Pero solo tendríamos que echar un vistazo en los destartalados guardarropas de nuestro citadino para percatarnos que no podemos creer mucho en nadie, ya que encontraríamos muy bien lavadita la colección completa de las camisetas de todos los partidos de las pasadas elecciones. Lo sorprendente del asunto es que en algunas encuestas por la radio, escuchaba la avalancha de «No» que caían, los comentaristas debieron ahogarse de tantos votos negativos. Puede ser que este no era el mismo país.

Puede ser que era gente que solo simpatizaba con el «No». Puede ser que escuché mal por la falta de mi taza de café. Nuestro personaje citadino se aburrió y despectivamente afirmó: —Ya me tienen fastidiado, ahora voto «No». Por más que algunos intentaron convencerlo de lo contrario parecía una misión imposible. Y yo también terminé fastidiado y no compré ningún periódico, ya me habían salado el plato. De todas formas ese día votaré según mi conciencia y tal vez tome en cuenta algunos sabios consejos de algunos citadinos.

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