Por: Gabriel J. Perea R. @elistmopty
Publicado en la Estrella de Panamá
Lo que en un momento pareció ser impensable, hoy se concreta en una realidad desconcertante.
Profesores, maestros, estudiantes, obreros de la construcción, empleados de la CSS y un sinnúmero de agrupaciones conocidas o de reciente creación han entablado un verdadero desafío al control político tradicional de los gobiernos en Panamá.
El gobierno no puede ignorar a esta creciente masa de ciudadanos de diferentes tendencias que a través de exigencias para mejorar sus condiciones salariales han encontrado el momento propicio para intentar forzarlo a que efectúe lo que según ellos son correcciones impostergables. ¿Cuáles son las exigencias? ¿Qué condiciones tienen que cumplirse para que los compromisos que adquiera el gobierno con las fuerzas populares sean considerados inquebrantables, inclusive transcendiendo el actual gobierno? ¿Por qué exigir un voto castigo al proyecto de ampliación? ¿Qué tiene que ver esto con las reivindicaciones salariales exigidas? ¿Por qué precisamente en este momento? ¿Cómo puede la ciudadanía entender todo esto? ¿Oportunismo político -social? O la sabiduría de habilidosos dirigentes populares de utilizar el momento de vulnerabilidad política del gobierno, por el referéndum, para torcer el brazo del gobierno de turno.
El llamado a concertar un plan de desarrollo nacional que había sido una de sus exigencias, ya ha sido adoptado por el gobierno.
Si tampoco esto puede considerarse como un genuino o forzado intento del gobierno para encontrar los caminos que nos enrumben por los destinos de paz y desarrollo, ¿Entonces qué es lo que se busca? Las posiciones intransigentes de ambas partes inevitablemente terminarán en desgaste y los perjudicados serán precisamente los que están intentando subsistir día a día.
El gobierno se verá forzado a tomar medidas para garantizar el orden público, la terminación del año escolar y la continuidad de los servicios de salud.
Las fuerzas populares, si no declaran sus reales objetivos perderán el respaldo que dicen tener.Y en medio de todo esto se encuentra ese porcentaje de ciudadanos hastiados de convivir en un país que nunca puede ponerse de acuerdo en nada y si logra concretizar algo, esto es desbaratado por los políticos de feria que cada cinco años salen a venderse como la divina pomada, desechando cualquier compromiso serio.
Este porcentaje puede ser precisamente el número creciente de indecisos reflejados en las encuestas.Es el grupo de ciudadanos que manifiesta apatía ante el momento histórico.
Sentimiento alimentado por la falta de credibilidad manifiesta de los gobiernos y de la indescifrable intenciones de los grupos alzados en protestas.
Somos un país que esperó precisamente su oportunidad de oro para enfrascarnos en una lucha de todos contra todos.
Y como dicen algunos por ahí, que Dios nos agarre confesados, porque así no vamos para ningún lado.