Por: Gabriel J. Perea R. @elistmopty
Publicado en La Prensa
Así están las cosas. De nada sirvió años de arduo trabajo por parte de quienes no tienen otro horizonte más que la excelencia y que hoy son injustamente llamados los nuevos zonians. De nada sirvió ganarse el respeto de la ciudadanía haciendo bien las cosas.
De nada sirvió el darse a respetar por la Comunidad Marítima Mundial. De nada sirvió presentar una propuesta por panameños para panameños.
De nada sirvió el darse a respetar por la Comunidad Marítima Mundial. De nada sirvió presentar una propuesta por panameños para panameños.
Un proyecto que brindaría la oportunidad de dar grandes zancadas en el progreso, generando un debate de altura, parece naufragar producto de la desconfianza del pueblo en los partidos políticos y sus gobernantes.
La maldición de vivir gateando como país tercer mundistas parece ser nuestro inexorable destino.
Las cuatro fallidas actuaciones de la fábula llamada democracia han dejado tantos sinsabores que hoy no hay raspadura que endulce los amargos resabios de anteriores descontentos. Cada administración ha iniciado su período de gobierno con las esperanzas del pueblo puestas sobre sus hombros, pero todos al sentarse en el poder se deshicieron de ellas sin mayores escrúpulos.
No hay administración que esté libre de pecado. Desde la caída de la dictadura han propinado lacerantes golpes a una ciudadanía indefensa y carente de figuras que representen sus genuinos intereses.
Ha sido un sueño de pesadilla en pesadilla con efímeros momentos de fugaz sosiego. Desde los constantes llamados de terror en posibles e inexistentes golpes de estado y los injustos despidos que se intentaron justificar por ellos, pasando por las inhumanas privatizaciones, represiones de huelgas, casos de corrupción sin resolver, hasta las salvajes reformas tributarias que están extinguiendo a la agonizante clase media. No ha habido gobierno que respete sus propias promesas de campaña, brindándole al pueblo las respuestas que anhela.
El fruto de tantos desaciertos políticos es evidente en la desconfianza lanzada a gritos por la ciudadanía, en el preciso momento que el país debe unirse para tomar una de las decisiones más trascendentales de su historia. Se avecinan huelgas de docentes, de trabajadores del Seguro Social. Se multiplican los grupos que favorecen el «No» en el referendo. Y ya se escuchan llamados para posponer un impensable fracaso en la consulta popular.
Un tardío llamado para concertar un plan de desarrollo nacional no resolverá la desconfianza adquirida en 20 años de dictadura militar y cuatro angustiosos ensayos democráticos. Estamos en el apogeo de la generación de la desconfianza. Hace falta mucho más. Hace falta el verdadero y desinteresado compromiso hecho ley para que las promesas sean cumplidas y se exigía rendición de cuentas a los actores.
Hace falta el surgimiento de figuras que devuelvan la confianza a un pueblo sin esperanzas; antes de que las oportunidades históricas se queden precisamente sepultadas en la historia.