El país de los seres imaginarios.


Por: Gabriel J. Perea R. @elistmopty


Publicado en La Prensa

Los grandes maestros de la literatura utilizaron su poderosa imaginación para poblar sus mundos de inimaginables seres fantásticos. El libro de los seres imaginarios de Jorge Luis Borges, ese inimitable maestro argentino, nutrió nuestras fantasías de oníricas criaturas que desafían la realidad. Eso es ficción, es mitología mágica en una de sus máximas expresiones.

Los latinoamericanos llevamos arraigado en lo más profundo de nuestras psiquis, el legado legendario de la leyendas, los mitos, los cuentos vernaculares de un mundo que ayer fue mejor. El hoy, es mucho más enriquecedor en experiencias que desafiarían la imaginación de los grandes maestros en la verdadera existencia de personajes fantásticos. Personajes que en el mañana nadie podrá creer que fueron reales y que pudieran existir en el mismo escenario de los seres mortales. Afortunados somos de respirar en una franja de Istmo abundante en criaturas fantásticas. Lewis, Kafka o Flaubert hubiesen envidiado el peculiar catálogo a continuación.

Hay de todo para dar forma a nuestros sueños, miedos y fantasías. Princesas que reinaron vistiendo suntuosas vestimentas y joyas para no lucir andrajosas. Reyes que se cansaban por el arduo trabajo y escapaban de sus leales súbditos hacia paradisiacos refugios. Jueces imperiales que hablaban idiomas distintos de los de sus coterráneos sin que esto les impidiera ejercer la ley. Diputados omnipresentes, que estaban en todas y ninguna parte al mismo tiempo e invariablemente cobraban por sus servicios desconocidos.

Ministros feudales que renunciaban enloquecidos por horror. Magistrados indigentes y marginados sociales. Vasallos invisibles que luego aparecían reclamando emolumentos que nunca recibieron. Altos funcionarios que curaban el hambre con tabaco y ron.

Y no solo en las cortes existían seres extraordinarios. Se contaban por miles peones que subsistían contra toda lógica de sobrevivencia, devengando salarios de hambre, se negaban a no existir convirtiendo en prodigios de la vida. Milagrosos médicos que curaban todo con aspirinas. Serafines que no tomaron vacaciones en quince años rompiendo los registros establecidos en el planeta de asistencia perfecta.

Paladines que poseían corazones de acero el cual reforzaban oportunamente por amor a su pueblo. Alcaldes que recogían basura, empresarios que manejaban taxis.
Súper héroes que luchaban en solitario contra la corrupción y que se enfrentaban cuerpo a cuerpo en las calles. Hermosas primeras damas que se ensuciaban las uñas, estropeaban sus peinados para llevar esperanzas a los pobres. Elegantes ministras que desafiaban el protocolo ejecutivo trabajando de lunes a domingo.

La realidad no se compara a lo fantástico, nuestra imaginación no es capaz de producir tan exquisitos personajes. Formarán parte del mosaico latinoamericano de seres fantásticos. En este punto la pregunta obligatoria es ¿será posible que realmente exista un país así? ¿Es posible que exista un país donde los ciudadanos no se perturben por compartir su mundana existencia con personajes tan extraordinarios? ¿Es posible que exista un país donde el petróleo tiene el mismo valor que el agua? ¿Es posible un país donde existan almirantes sin armada?

La respuesta es incognoscible. Sí existe un país así y ese es llamado Panamá, donde los seres mundanos conviven pacíficamente con los seres imaginarios. Es un país donde los ciudadanos comunes disfrutan de las aventuras de sus personajes imaginarios, es un país donde la literatura fantástica se edita todos los días en los periódicos nacionales.

Afortunadamente la riqueza de nuestra historia fantástica no se perderá porque existen escritores de opinión que están curados contra cualquier espanto y mantendrán viva la llama de la literatura fantástica para el deleite de las presentes y futuras generaciones, esperando el momento que sigan surgiendo seres imaginarios como minotauros, valquirias, basiliscos. Seres inamigables en un país imaginario.

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