Por: Gabriel J. Perea R. @elistmopty
Publicado en La Prensa
El país se está acercando peligrosamente a un escenario que parecía muy distante. Este escenario es producto del desconocido fenómeno para nosotros los panameños que es la inflación. Propio de otras latitudes, y comúnmente escuchado solo en las noticias, este fenómeno no afectaba de forma visible la economía criolla. Sin embargo, sus efectos están golpeando el bolsillo popular de forma tan contundente que han despertado hasta el más indiferente ciudadano.
Las vivencias de los países que manejan sus propias monedas y los cuales ven con incertidumbre cómo fluctúa su valor no es propio de nuestras experiencias cotidianas, aquí no fluctúa la moneda, lo que vemos es la fluctuación del valor de los artículos, llámese estos de primera necesidad o artículos de lujo. La pérdida del valor adquisitivo es hoy una realidad que es experimentada por todos los panameños.
Una de las causas claramente identificadas es la variación en los productos derivados del petróleo, ahora vemos con escalofríos cómo de semana a semana los precios cambian y nunca bajan equiparativamente al aumento.
Era de esperarse que todo sector afectado, y que tenga el poder o la organización para protestar, ejerza toda la presión necesaria para lograr seguir a flote manteniendo un margen de ganancias y no disminuir sus niveles de vida. Ejemplo de esto es el sector transporte. Posee los mecanismos de presión para lograr un aumento de precios.
Si otros sectores de la economía utilizan los mismos argumentos, arguyendo asfixia financiera, pronto veremos un tsunami inflacionario imparable, cada quien aumentará precios de acuerdo a sus propios parámetros. Parece que los primeros en ensayar la técnica tuvieron resultado positivo, aunque se quiera disfrazar el aumento del pasaje como producto de estudios técnicos.
Sin embargo, hay un sector minúsculo que nadie parece percatarse de su existencia, este es el pueblo, quien es el que paga los aumentos de aquellos sectores que se sienten asfixiados y no tienen más remedio que aumentar los precios. Este insignificante sector es el que consume y utiliza los productos de los otros sectores.
Es el pueblo que ve cómo la indiferencia del Gobierno no se percata de la agonía a la que está sometido y de la cual no parece vislumbrar ninguna solución. Pareciese que ningún estudio técnico determina que la capacidad adquisitiva del pueblo no está a la par para poder sostener una vida decorosa.
¿Cómo es posible que todos los sectores de la economía nacional incrementen sus precios y que el pueblo, quien los consume, mantenga los mismos niveles de salarios? Se está realizando una apuesta peligrosa. Se está asumiendo que solo presionarán aquellos aglutinados en gremios o quienes vean sus intereses económicos vulnerados. De qué servirá que los sectores afectados aumenten, si quienes consumen se abstendrán de todo lo que no sea imprescindible, no hay que ser un economista para intuir el efecto.
Los elementos necesarios para una convulsión social están presentes. Aumentos de los artículos de primera necesidad, aumento de precio del transporte, congelamiento de los salarios en los mismos niveles. Deficiente acceso a la salud y un sistema de seguridad social que se tambalea. Podemos añadir un aumento en la criminalidad y, sobre todo, en la espectacularidad de los hechos.
En este escenario, una chispa o unos inescrupulosos aspirantes al poder pueden encender acontecimientos que solo podíamos imaginar que pasaban en países vecinos. Es imperativo que se dejen de aplicar pañitos calientes y se enfrente la situación de manera integral. Ataquemos las causas y no sus efectos. Debe darse o un congelamiento de precios en artículos de primera necesidad o un ajuste a los salarios de los que menos devengan.
La apuesta está hecha, la única esperanza de que no se produzca una convulsión social es apelar a la idiosincrasia del panameño. Siempre hemos exhibido orgullosamente nuestra capacidad de aguantar todo, hasta ahora.
Las vivencias de los países que manejan sus propias monedas y los cuales ven con incertidumbre cómo fluctúa su valor no es propio de nuestras experiencias cotidianas, aquí no fluctúa la moneda, lo que vemos es la fluctuación del valor de los artículos, llámese estos de primera necesidad o artículos de lujo. La pérdida del valor adquisitivo es hoy una realidad que es experimentada por todos los panameños.
Una de las causas claramente identificadas es la variación en los productos derivados del petróleo, ahora vemos con escalofríos cómo de semana a semana los precios cambian y nunca bajan equiparativamente al aumento.
Era de esperarse que todo sector afectado, y que tenga el poder o la organización para protestar, ejerza toda la presión necesaria para lograr seguir a flote manteniendo un margen de ganancias y no disminuir sus niveles de vida. Ejemplo de esto es el sector transporte. Posee los mecanismos de presión para lograr un aumento de precios.
Si otros sectores de la economía utilizan los mismos argumentos, arguyendo asfixia financiera, pronto veremos un tsunami inflacionario imparable, cada quien aumentará precios de acuerdo a sus propios parámetros. Parece que los primeros en ensayar la técnica tuvieron resultado positivo, aunque se quiera disfrazar el aumento del pasaje como producto de estudios técnicos.
Sin embargo, hay un sector minúsculo que nadie parece percatarse de su existencia, este es el pueblo, quien es el que paga los aumentos de aquellos sectores que se sienten asfixiados y no tienen más remedio que aumentar los precios. Este insignificante sector es el que consume y utiliza los productos de los otros sectores.
Es el pueblo que ve cómo la indiferencia del Gobierno no se percata de la agonía a la que está sometido y de la cual no parece vislumbrar ninguna solución. Pareciese que ningún estudio técnico determina que la capacidad adquisitiva del pueblo no está a la par para poder sostener una vida decorosa.
¿Cómo es posible que todos los sectores de la economía nacional incrementen sus precios y que el pueblo, quien los consume, mantenga los mismos niveles de salarios? Se está realizando una apuesta peligrosa. Se está asumiendo que solo presionarán aquellos aglutinados en gremios o quienes vean sus intereses económicos vulnerados. De qué servirá que los sectores afectados aumenten, si quienes consumen se abstendrán de todo lo que no sea imprescindible, no hay que ser un economista para intuir el efecto.
Los elementos necesarios para una convulsión social están presentes. Aumentos de los artículos de primera necesidad, aumento de precio del transporte, congelamiento de los salarios en los mismos niveles. Deficiente acceso a la salud y un sistema de seguridad social que se tambalea. Podemos añadir un aumento en la criminalidad y, sobre todo, en la espectacularidad de los hechos.
En este escenario, una chispa o unos inescrupulosos aspirantes al poder pueden encender acontecimientos que solo podíamos imaginar que pasaban en países vecinos. Es imperativo que se dejen de aplicar pañitos calientes y se enfrente la situación de manera integral. Ataquemos las causas y no sus efectos. Debe darse o un congelamiento de precios en artículos de primera necesidad o un ajuste a los salarios de los que menos devengan.
La apuesta está hecha, la única esperanza de que no se produzca una convulsión social es apelar a la idiosincrasia del panameño. Siempre hemos exhibido orgullosamente nuestra capacidad de aguantar todo, hasta ahora.