Gabriel J. Perea R. | 24 de junio de 2025
PODCAST: La enfermedad no está en la manta: una analogía para el fracaso de la transformación digital
La enfermedad no está en la manta: una analogía para el fracaso de la transformación digital
En algunas culturas, cuando un niño se enferma, la familia se apresura a cambiarle la manta, como si el origen del mal residiera en el tejido que lo abriga. Así, la manta se convierte en chivo expiatorio, símbolo de una causa equivocada. Esta imagen, casi poética, ilustra a la perfección lo que ocurre cuando una empresa se enamora de un marco metodológico —Scrum, SAFe, Design Thinking o cualquier otro— y cree que su mera implementación equivale a transformarse digitalmente o volverse ágil.
Nada más lejos de la realidad.
El marco, como la manta, puede envolver, dar estructura y cierta sensación de orden, pero no cura por sí solo. Cuando las organizaciones adoptan estos marcos de forma superficial, sin revisar su cultura, liderazgo o sistemas de incentivos, lo que obtienen no es transformación, sino teatro: rituales sin sentido, roles sin autoridad real y ceremonias vacías que apenas maquillan lo que sigue funcionando con lógica industrial en plena era digital.
El error no está en usar marcos —muchos son útiles y potentes— sino en confundir el marco con el fin. Una empresa puede hacer “dailies”, planificaciones y retrospectivas sin ser ágil. Puede aplicar OKRs sin tener foco. Puede tener squads sin empoderamiento. La manta no cura; la intención, el diagnóstico profundo y la disposición al cambio sí.
Y cuando la ilusión se desvanece, llega el desencanto. “La agilidad no funcionó”, “el marco era demasiado complejo”, “la gente no se adaptó”. Pero tal vez la enfermedad nunca estuvo en la manta, sino en una cultura que no quiso dejar de controlar, una estructura que no supo ceder poder o un liderazgo que no entendió que la transformación empieza por ellos.
Transformarse de verdad exige más que adoptar marcos: implica pensar distinto, liderar distinto y, sobre todo, ser coherente. Porque solo así la manta deja de ser un símbolo decorativo y se convierte, al fin, en abrigo real de un cambio genuino.
Gabriel J. Perea R.


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