El despertar de la indiferencia de los panameños.

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El podcast discute el fenómeno del despertar de la indiferencia en Panamá, destacando un cambio significativo en la actitud de la población que se manifestó en protestas sostenidas. Argumenta que este hecho demuestra la influencia y relevancia de las redes sociales sobre los medios tradicionales en la actualidad, y sugiere un cambio de paradigma hacia…


PODCAST: El despertar de la indiferencia de los panameños.

Comencemos por definir la indiferencia como el estado de ánimo en el cual no se siente inclinación ni repugnancia hacia una persona, objeto o asunto determinado. Expresado en buen panameño, sería aquella actitud de «todo me da igual». No obstante, en Panamá, este término ha evolucionado, ya que, si bien a los ciudadanos aparentemente todo les da igual, paradójicamente, se quejan de todo sin tomar acciones para cambiar su realidad. Esta es una descripción más acertada de la indiferencia al estilo panameño. Pero la indiferencia también tiene sus matices: existen aquellos que opinan en todo, parecen saberlo todo, pero se muestran indiferentes a la realidad porque tampoco emprenden acciones concretas para transformarla, más allá de dedicarse profesionalmente a la «opinología», una disciplina casi esotérica que analizaremos en otra ocasión.

Retomando el tema central, pareciera que la indiferencia, contra todo pronóstico, alcanzó un punto de quiebre que se manifestó en el récord mundial panameño de más de dos semanas de protestas ininterrumpidas, incluyendo los sagrados fines de semana y las noches, en un comportamiento inaudito para esta población que parecía adormecida bajo un inquebrantable embrujo.

Sucedió lo que ningún opinólogo profesional pudo anticipar: el levantamiento orgánico de una población unida por un objetivo común. Este fenómeno resalta el rol fundamental de las redes sociales, que demostraron no necesitar en absoluto de los obsoletos medios tradicionales que se han quedado rezagados tras el tren de alta velocidad de las redes sociales. Cuando un medio tradicional anuncia en horario estelar un noticiero con información de última hora, resulta que esas noticias ya han sido agotadas, rotadas, reescritas, explicadas, republicadas y comentadas por miles que no esperan el sello de la supuesta credibilidad de esos medios para formarse una opinión sobre lo que está sucediendo. Ha quedado demostrado que vivimos tiempos inciertos, donde lo tradicional parece superfluo y lo disruptivo se ha convertido en la tónica.

La ruptura de la indiferencia no dependió de las corrientes tradicionales de información, ni del llamado de los líderes tradicionales que creían manejar a las masas. Se demostró que el supuesto poder del gobierno es efímero ante el movimiento incontrolable de masas enfurecidas que no aceptan menos que un «sí» a sus demandas.

Ha sido una lección aprendida: los libros se quedaron obsoletos, los medios quedaron atrás, las opiniones fueron arrastradas por el viento, y muchos quedaron mudos ante lo que no podían entender ni explicar, incapaces de prevenirlo o predecirlo. Y qué decir de aquellos que se suman a la corriente, sin más opción que seguir la marejada.

Los tiempos han cambiado. La pandemia lo cambió todo, la juventud se comunica por canales no tradicionales y no espera permiso para avanzar. Quien pueda entender este cambio de paradigmas logrará posicionarse y avanzar; de lo contrario, será superado por las masas.

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