Por: Gabriel J. Perea R. @elistmopty
Publicado en el Panamá América
LA DEMOCRACIA es la doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno. Es el predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado. ¡Así es! Esta es la definición que se encuentra en el diccionario de la lengua española, no se ría, aunque parezca un chiste esta definición. Lo mas probable es que cuando la inventaron, el o los autores debieron estar bajo los efectos de alguna sustancia alucinógena, un trauma cerebral o estaban encerrados en la botella con el genio de la lámpara.
Afortunadamente esta definición alejada de la verdad cotidiana no afecta nuestro singular sistema democrático. La habilidad innata que tenemos los panameños y que esta arraigada en lo más profunda de nuestra herencia genética, nos permite redefinir el término de acuerdo a la necesidad socio-política imperante.
Para los panameños la democracia es la doctrina política favorable a la intervención del gobierno en el pueblo. Es el predominio del político de gobierno de un estado en el pueblo. Nótese una leve alteración del orden de los términos aplicando el axioma que el orden de los factores no altera el producto. Mediante esta clara definición del término democracia a lo panameño, nos permite entender desde una perspectiva mucho más amplia, las acciones de los gobiernos que parecían incomprensibles, impopulares e inconsultas.
Ahora podemos entender porque no es necesario el consultar las decisiones que pueden afectar a la ciudadanía, tales como las negociaciones de tratados de libre comercio, o la utilización de poderes especiales para gobernar por decreto, por ejemplo. Ahora es comprensible para el ciudadano común, porque no debe rendírsele cuentas de la utilización de los fondos del Estado. Es evidente porque no debe cuestionarse las actuaciones de ningún funcionario o ex-funcionario del gobierno.
Es comprensible porque las actuaciones del Organo Judicial son incuestionables. Esta fuera de cualquier duda que los diputados luego de tomar posesión de sus sitiales no tiene ningún deber para con sus electores y mucho menos rendir cuentas de su productividad y de su contribución al desarrollo nacional.
En consecuencia de nuestra representativa definición del concepto democracia no debemos estar inconformes de la marcha del estado, esa es su accionar normal Debemos sentirnos satisfechos de poder contar con lineamientos democráticos tan claros y adaptados a nuestra idiosincrasia.
Sin embargo, existe un minúsculo grupo de ciudadanos que, según su criterio democrático, no está de acuerdo con la tergiversación del término a nuestra necesidad criolla. Este insignificante grupo aglutinado en una amorfa representatividad autodenominada sociedad civil, propugna por apegarnos a la definición extrañamente aceptado por la mayoría de los países. Esta situación plantea una disyuntiva entre los defensores de la tradición política y la sociedad civil que lucha por el rescate de los verdaderos valores democráticos.
En el caso de la dividida sociedad civil será difícil alcanzar tales objetivos por la carencia de lideres que asuman el este reto histórico y que posean la capacidad de reunir todas las fuerzas que desean un cambio en un solo frente lo suficientemente representativo para presentarse como una verdadera alternativa a lo tradicional.
Esta nueva generación de líderes debe tener una visión mas allá de los desgastados y desprestigiados partidos políticos actuales. Algunos de estos líderes pueden que ya estén en la escena política, pero se encuentren asfixiados por las viejas guardias que se aferran con esquizofrenia a las esferas del poder apoyados por poderosos intereses económicos.
Se necesitará de valientes visionarios que estén dispuestos a romper los esquemas aceptados tradicionalmente y correr el riesgo de condena por sacrílegos. Se necesitara una clara y decidida participación de la sociedad civil para cambiar patrones de comportamiento político arraigados. Es necesario que se pase de la sociedad inconforme e inactiva a la sociedad que toma acciones. Si no se rompe la pereza hereditaria del ciudadano de participar activamente en la vida política estaremos aceptando sumisamente que cada pueblo tiene el gobierno que se merece.